domingo, 1 de junio de 2014

Regresan esos días.

Y de pronto, en un fin de semana considerado normal, me vuelvo a sentir como en aquellos días donde nada parecía tener sentido. Es inútil encontrar una razón para platicar con las demás personas, incluso con los que considero mis amigos, aborrezco fingir una platica común, que no fluya de manera natural, pero sin embargo y contra toda regla moral, lo hago.



Se que se darán cuenta en algún momento y cuando eso suceda, la pregunta que tanto evado llegará -¿Que tienes?- Me preguntaran, y se que mi ingenio me ayudara, en la mayoría de las ocasiones lo hace, preguntare otra cosa o cambiare de tema, de todos modos ellos casi nunca lo preguntan en serio, solo lo hacen por cortesía ya que si fuera en serio serian insistentes, no quiero hacerme la victima y hacerme del rogar, de cualquier forma no responderé y tratare de que se olvide de nuevo de la pregunta.

La conversación seguirá y la inevitable despedida llegará, las falsas cortesías aparecen de nuevo junto con las falsas e hipócritas promesas de reencuentros -¿Me estaré volviendo negativo y solitario?- me pregunto mientras le contesto de forma educada a cada uno de los "amigos".
La platica hecha con ellos solo han disipado por un breve momento la soledad que sentía, de cualquier modo les agradezco el hecho de estar ahí, aunque al final siempre me quedo y prefiero mi soledad, "Rodeado de gente, pero con una soledad profunda" esa es mi condena, una dulce condena que me ayuda a hacer las pases conmigo mismo, a reencontrarme, a quererme por un momento.




Esa soledad que de manera poco ortodoxa me ayuda a recordar que aun existen personas a las que en verdad les importo, me ayuda a recordar que por ellas estoy luchando, casi lo olvido, por esas personas hago lo que puedo y mas.

Ya no se si quiero seguir escribiendo o pensar de nuevo las cosas, darle mas vueltas de las necesarias, ya no se si estar solo o fingir querer pertenecer, al final, ¿Debemos pertenecer?